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Todos apretujados en aquel enorme congelador permanecíamos en silencio. Nos mirábamos unos a otros con una mirada extraña y vacía que reflejaba lo incomprensible de aquella situación. El ruido del motor se hacía cada vez mas intenso y monótono. Una luz violeta iluminaba tenuemente el recinto, difuminando suavemente los contornos. Nuestros cuerpos ateridos de frío se unían para darse calor. De repente se abrió la puerta del congelador, una luz que nos cegó llenó el recinto y una figura vestida de un modo extraño dijo : !Sacad a los polllos y matadlos!
Jose Luis Marmolejo
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