•9:42

Recuerdo el olor a jabón Heno de Pravia, a pesar de los años que han pasado, cada vez que lo huelo se me eriza la piel. Su fragancia me despierta sentimientos vividos en mi tierna infancia y una amplia sonrisa me sale de oreja a oreja
Su aroma se desprendía al abrir los cajones de ropa, entre las sábanas blancas y recién planchadas y como olvidar el temido baño que tras correr a mi madre por toda la casa, al final conseguía atraparme y eran tan eficaces las friegas que con él me daba, que además de oler bien, debía quedar muy limpia, porque ya no me bañaba hasta la próxima semana.
El alcanfor anunciaba la llegada del invierno, mi madre habría el enorme baúl, comenzaba a sacar mantas, abrigos, el frío no tardaría en llegar y ese olor se extendía por todos los rincones de la casa. Sería el abrigo heredado de mi hermana mayor quien me lo recordaría todos los días. En las mañanas de frío, cuando nos levantábamos temprano para ir a la escuela. Mi madre nos preparaba el candié y solo con olerlo entraba en calor, aunque... con el tiempo comprendí por qué en la escuela nunca me salieron las cuentas.
El olor a las flores me anunciaba el final del largo invierno. Un paseo por la playa me lo confirmaba. Mis hermanos y yo jugábamos descalzos por la arena y el olor a mar, ese si no lo sientes, ese olor no lo puedes explicar...


Carmen Crespo Marco
•10:00

Si un entrevistador, en plena calle, me hiciera esta pregunta, tras pensármelo detenidamente durante un buen rato, le contestaría… –“ahora no tengo tiempo, lo siento”-. Porque la verdad, es una cosa que nunca me he planteado. Además, si te detienes a meditar sobre ello, te surge enseguida otra pregunta “¿Rico o pobre? ¿En comparación con quién o con qué?”

Es como preguntarle a una persona muy rica ¿es usted millonario? Seguramente te contestará, “antes si era millonario, hoy ya no, a alguien le dio por cambiar la moneda y mis cien millones de pesetas se convirtieron, de la noche a la mañana, en solo 600.000 euros, ya no llega ni a un millón, por lo tanto, ya no soy millonario”. ¡Pobrecito!

Pues bien en lo referente a ser rico o pobre, también me tengo que comparar. Así pues…

En lo estrictamente material,
-Me considero pobre cuando me cruzo con el de los 600.000 €, cuando veo a personas diariamente con ropas de marca y además de las que no son falsificadas, cuando veo el boato que se forma por la boda de una duquesa y un funcionario desinteresado…
-Sin embargo me considero amargamente rico, cuando veo tanta hambre en el mundo, cuando me entero que con lo que yo gasto un día en ir al cine y tomarme unas palomitas y refresco durante la proyección, una familia sub-sahariana comería durante toda una semana.

En lo intelectual,
-Me considero envidiosamente pobre, cuando escucho a alguien que sabe escuchar, cuando veo a personas que saben ver, cuando hablo con alguien que me escucha y me mira.
-Al contrario, me considero enormemente rico cuando me comparo con personas que escriben a gritos, que recitan a puñetazos o que dentro de un libro, solo saben mirar.

En lo espiritual
-Soy muy pobre cuando veo a gente que cree y cuyas creencias, además, les da sosiego, paz y tranquilidad ante un futuro incierto.
-Pero me convierto en una persona muy rica al encontrar creyentes que van a Dios rogando y con el mazo dando o con el futuro amenazando.

En lo humano
-Soy extremadamente pobre ante seres que saben dar más de lo que tienen, que saben vivir con mucho menos de lo que poseen y que solo necesitan la cuarta parte de lo verdaderamente necesario.
-Pero me vanaglorio de ser rico ante el despilfarrador, frente a los egoístas y junto a los envidiosos.

En lo físico.
-Me considero pobre ante verdaderos deportistas que ejecutan proezas por el simple hecho de conseguirlas, sin necesidad de doparse con altos sueldos.
-Pero me siento tristemente rico, cuando me veo frente a minusvalías inexplicables, a enfermedades arbitrarias y ante muertes injustas.

En el valor,
-Me considero pobre cuando veo a personas escalar alturas que me hacen temblar las piernas, incluso tras la pantalla de un televisor…
-Pero me considero rico cuando conozco a alguien que no tiene el valor de decir la verdad, de reconocer un error, de pedir perdón.

Y por último, en el amor,
-A cada rechazo que he sufrido a lo largo de mi vida, siempre me he sentido muy pobre…
-…pero a la vez, me consideraba enormemente rico por poseer la capacidad de enamorarme.
Y ahora sí creo estar en condiciones de contestar al hipotético entrevistador de plena calle. Ahora y después de haber meditado estas comparaciones, yo le preguntaría ¿Y tú, te consideras rico o pobre comparándote conmigo?

Francisco Javier Dávila Payán
•9:21

Recuerdo y me gusta el olor de la higuera, me trae aromas de mi infancia, cuando pasaba el verano en un bonito pueblo Conil, sin tanto turismo como ahora. A la vuelta de la playa, subíamos una cuesta muy empinada, era una calle muy bonita y había una o dos higueras, en cada blanca casita, con sus grandes hojas y su buena sombra.
Sentarse debajo de una era un placer ¡que fresquito! Y ahora, al cabo de casi cincuenta años, experimento lo mismo que cuando era niña.
Vuelvo de la playa de La Caleta y para esperar el bus, me siento debajo de los ficus del Mora, también son higueras, aunque distintas, me pongo a respirar profundamente, relajadamente, que olor más grato y que dulce recuerdo, fue el primer árbol que vieron los recién nacidos ojos de mi niña.
Destaco también los olores de la plaza de España donde vivo y me crié, el césped recién cortado, el del laurel de indias, la dama de noche o galán, como le llaman en Sudamericana, las rosas, geranios, margaritas y aunque no olían, también recuerdo la flor del trébol, que los niños llamábamos vinagreras, tenían un sabor muy parecido al vinagre. Y volviendo a mi higuera, Buda se sentaba (según las escrituras) debajo de una para meditar, algo tiene que tener de especial, al menos para mí.

Charo Moya
•9:31

Y además nos hace daño, el sistema que se ha impuesto en España y aún más en Andalucía, lo mal que se nos ofrece..... -Siguen las ferias, los carnavales,la semana santa...Todo de cara a no desfallecer, es una careta igual que la del payaso.

Pero el daño ya está hecho y será muy dificil salir de él.
Sólo se perciben aquellos que se le rompieron sus ideales, que perdieron sus trabajos y aún sus empresas y sus familias rotas. Estos anónimos que lloran sin ser oidos.,sin poder entender aún el porqué y el cómo.

¿Cómo, si yo lo hice todo bién? .Les duele en el alma.
Tiempos pasados son perdidos. ¿ Tardarán mucho en volver....?


Lola Sigler Guerrero