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CON EL CORAZÓN ABRIGADO


De nuevo, alguien desaparece de nuestras vidas, de ese marco tan entrañable y querido que es la familia, y nos dice para siempre adiós…
Hacía unos años que no le veía, desde que se convirtió en aquel ser aún más especial, si cabía, y comenzó a caminar por la vida con el alma prendida entre los sueños y la realidad; en ese mundo donde muchos de nuestros mayores entran para nunca más regresar… Y, llenos de dolor e impotencia, sólo nos resta acompañarlos -a veces asustados y a tientas - por ese sendero abrupto y escabroso, totalmente desconocido, que amenaza con tambalear nuestro lado emocional…
Ese lado, en sus hijos, es una estructura fuerte, sólida, y no sólo acompañaron a su padre en el arduo camino, sino que lo llenaron y lo envolvieron de amor: su hija, entregada en cuerpo y alma; su hijo, cada vez que se lo permitía aquella distancia en la que se encontraba desde hacía ya años…
Más de una década había pasado desde la última vez que le vi. En aquella ocasión, me sacó a bailar en medio de una celebración familiar que poco tenía que ver con la que estábamos a punto de vivir…
Mi encuentro con él, después de tantos años, fue para mí algo muy especial y emotivo. No sólo por las circunstancias que lo rodearon, sino, también, por todo lo que para mí representó… Su sonrisa dulce, su mirada tierna… Y esa pose digna y serena que mantuvo en todo momento mientras se hallaba en medio de aquella inmensa pérdida…
- Qué bonito tu libro… Qué cosas más bonitas escribes, prima -fue lo primero que me dijo cuando me acerqué a él.
Nuestras manos se enlazaron mientras me hablaba de ese relato del que, decía, todo cuanto yo había escrito era lo mismo que siempre había sentido él… Y, en aquel momento, nos fundimos en el más intenso de los abrazos por donde algunas lágrimas escaparon, mientras yo me ahogaba en un mar de sentimientos que pugnaban por salir y que me empeñé en dejar a cubierto, en lo cálido… Posé una de mis manos en su mejilla y, durante unos instantes, sin soltarnos, nuestros húmedos ojos se estuvieron mirando. Una tenue sonrisa pareció dibujar nuestros labios… No hubo más que decir.
Despedimos a mi tío en silencio; un silencio roto tan sólo por los sollozos de mi prima que temblaba de forma violenta, incapaz de controlar su cuerpo… Se abrazaba a su hermano con fuerza, como una niña pequeña pidiendo consuelo; y su hermano, abrazado a ella, la apretaba tiernamente posando en su cabeza dulces besos…
Dejadme llorar a mares,
Largamente y como los sauces.
Largamente y sin consuelo,
Podéis doleros…
Pero dejadme”.
Y, tras ellos, con emoción contenida, vi la grandeza del ser humano: el poder de sacrificio, la dedicación, la capacidad de hacer frente a las adversidades superando los obstáculos… Y el amor con mayúsculas, ese amor por encima de todo… Y asomaron los recuerdos en forma de cariño y ternura en la figura de mi padre, en mi vida junto a él y en todo lo que para mí representó… Aún hoy, tras años de ausencia, siento su luz y su calor…
¿Quién no ha cuestionado la vida en momentos como éstos, haciéndose mil y una preguntas para acabar donde mismo comenzó?...
Había desaparecido otra de las ramas fuertes y hermosas nacidas del árbol más noble y bello; y desaparecía para siempre, en lo etéreo… Pero de ellas brotamos nosotros; por eso, aunque hoy no tuviese nada, primo, lo tendría todo… Y es que por mis venas, al igual que por las tuyas, corre esa misma savia que me alimenta dándome fuerza y aliento; ennobleciendo mi humilde existencia en este milagro que es la vida y que, a veces, no entendemos…
Es maravilloso y extraordinario haber nacido en esta familia sencilla con valores firmes, sólidos, auténticos… Donde, aquel que marcha, queda para siempre adherido profundamente a lo más espiritual de nuestro cuerpo… En forma de amor, llenando el alma; en forma de amor, abrigando el corazón para que nunca se sienta solo ni pueda posarse en él la escarcha…
                                                                  

                                                              
                                                                                                                  Mariló Lozano                    
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