Espero
que puedas perdonarme.Por
aquellos falsos te quiero. Por los cariños fingidos. Por los besos
negados. Por aquellos abrazos tan fríos. Y por aquellas noches de
placeres que jamás tuvimos. Por aquella fidelidad postiza. Por
aquellos cansancios simulados. Por los hijos que te he negado. Y por
tantas mentiras que tú, indulgente has callado.
Espero
que puedas perdonar mis constantes desprecios que al suicidio te han
llevado. No me preguntes por qué lloro, solo perdóname.
¡Perdóname
Raúl!
José María Barrios
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A este lado
Al otro lado de la ventana viven los sueños, el futuro, la imaginación, la bondad, el miedo, la sabiduría, la esperanza, la pasión, el desamor, la gloria, el triunfo, el fracaso...en definitiva: LA VIDA.
A este lado de la ventana, solo yo con mi guadaña.
Rosario Benjumea
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Sensaciones.
Sigo observando mi trocito de cielo a través de las yemas de los dedos que febrilmente, se desplazan por el papel cubierto de relieves, mientras mi cabeza lucha por no olvidar las sensaciones que me provocan algunas palabras, como: azul, blanco, cielo o nubes.
Regla Rodrigez
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LOS
DÍAS DEL RECUERDO.
Y
le manchaba de harina al entregarle el paquete que, cada mañana, al
alborear el día, enviaba al siguiente lugar de la lista. Aquella
interminable lista que su abuela le había entregado poco antes de su
muerte.
Fue
allá por mil novecientos setenta y dos. Aún mantengo vivo el
recuerdo, del primer adiós que guardo: su cuerpo, yerto, en la cama
del hospital; mi mano acariciando su mano fría. Pero lo guardo junto
a los de mis paseos en verano, durante las vacaciones, en las que me
llevaba como lazarillo, para entretener mis mañanas en la plaza,
entre recados.
Viven
en nosotros, vivirán mientras vivamos. Ahora que se acercan esos
días de limpieza y flores.
Vicente
Dìaz
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MIEDO A LO DIFERENTE
Al otro lado de la
ventanilla, en un pueblo cualquiera del profundo Marruecos, el aire
tiene color gris, allí donde cientos de ojos de halcón acechan a la
presa incauta, bullen en el caos. El miedo a lo incomprensible casi
traspasa mi cristal, mi barrera, mi protección. Si se cruzan
nuestras miradas, atisbo el desafío. El colorido de la frutas
resaltan sobre Niqab, Chilabas y Burkas, grises y negros. Me giro
sobre mi sillón de piel, acaricio mi botella de agua fresca, estoy
protegido en mi burbuja occidental.
¡Acelera! Es la
mejor medicina para la empatía.
José Antonio
Rodríguez
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AQUEL DÍA DE VERANO
DE 1945
Me
trae recuerdos inolvidable. Fue el despertar al amor. Era una
adolescente llena de inquietudes y de vida.
Surgió
de pronto, como ocurren las cosas importantes, sin pedir permiso. La
playa, el calor el corazón que se muestra receptivo a los nacientes
sentimientos que se descubren.
¡Qué
sonrisas, qué dulces sueños, qué nueva sensaciones desconocidas
hasta entonces!
Todo
acabó, como acabo el verano, como finaliza la adolescencia. Pero el
amor se queda arraigado en nuestro interior, nos va modelando y
enriqueciendo hasta convertirnos en la persona que somos hoy día.
Marisol Acuriola
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La duda
Poco
antes de que los domingos fueran amargos,
tuve que enfrentarme con mi
soledad. La tristeza y la melancolía me invadían y los recuerdos de
mis seres queridos asaltaban mis noches transformando mis sueños en
terribles pesadillas, cual si fuese un preludio anunciador de los
muchos horrores que estaban por llegar.
En
este mundo que habito, ya no existen domingos ni días de la semana.
Aquí en fin, desde que el sol dejara de lucir, impera la oscuridad
más absoluta y tenebrosa. Hace frío, mucho frío. Sin embargo,
percibo una sensación de bienestar en mi cuerpo que estas malditas
tinieblas no me dejan ver.
Si
esta sensación de bienestar que siento es la muerte, no deseo estar
por más tiempo vivo.
José
María Barrios
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LOS
DÍAS DEL RECUERDO.
Y
le manchaba de harina al entregarle el paquete que, cada mañana, al
alborear el día, enviaba al siguiente lugar de la lista. Aquella
interminable lista que su abuela le había entregado poco antes de su
muerte.
Fue
allá por mil novecientos setenta y dos. Aún mantengo vivo el
recuerdo del primer adiós que guardo, su cuerpo, yerto, en la
cama del hospital; mi mano acariciando su mano fría. Pero lo guardo
junto a los de mis paseos en verano, durante las vacaciones, en las
que me llevaba, como lazarillo, para entretener mis mañanas en la
plaza, entre recados.
Viven
en nosotros, vivirán mientras vivamos. Ahora que se acercan esos
días de limpieza y flores.
Vicente Díaz
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Salvados
Aquel
verano de 1945, ¿fue cuando me engendraron? No, no me salen las
cuentas. Debió ser por la primavera. Lo que sí sé, es que en la
calurosa noche del verano del 47, me llevaron a la playa junto con
mis hermanos para huir de la gran explosión que se originó en la
ciudad.
Mi
padre se transformó en salvavidas y mi madre en la barca que nos
llevó hasta él. Frente a la tenebrosa luz de los incendios, la luna
llena nos guió hasta la salvación.
Amalia Mendoza
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Verano
de 1945
Aquel día de verano de 1945 el último, un veintidós de Septiembre.
Aquella mañana mientras ultimaba el equipaje, imaginó como sería
su vida y se estremeció. Ahora no se volvería atrás, tenía veintitrés años y salir de la miseria era su prioridad.
La
tragedia de su existencia en aquel país se prolongó veinte años.
Regresó con arrugas profundas en su rostro, sienes hundidas,
plateadas, una mano detrás y otra delante. Su vida, en ningún
momento hermosa, estuvo llena de tropezones, caídas y fronteras.
Ana Clara Mateo
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Haciendo el camino
Un
año más comenzó a reunir sobre la cama la lencería y demás
vestidos para tan largo camino. Los colocó detenidamente en el
interior de la mochila y se aseguró de que ésta estuviese bien
cerrada, se miró una vez más en el espejo y se gustó, echó la
mochila a la espalda y asiendo con una de sus manos el cayado, marchó
dispuesta y con renovada ilusión para dar comienzo su recorrido.
Todos los años seguía el mismo itinerario y casi podía asegurar
que ella lo conocía con los ojos cerrados. A lo lejos, pudo
comprobar cómo éste se hallaba marcado con señales sujetas en los
árboles indicadores del trayecto a seguir.
Se
sentía segura, alegre. Casi podía asegurar que en su interior
presentía que este año, se iban a cumplir todas sus expectativas.
Al
llegar a una bifurcación del recorrido, una señal le indicaba el
camino a seguir y continuó hasta encontrarse con un viejo caserío y
supuestamente con el dueño del mismo.
Al
preguntarle qué camino debía seguir y al darle la espalda, sintió
como se derrumbaba perdiendo el sentido.
Denise,
no pudo terminar su peregrinación a Santiago, pero, ¿quién lo
dice?, ¿quién no cree que Denise se encontrara siguiendo otro
camino más luminoso, con el Apóstol Santiago.
José
María Barrios
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La Plancha.
Para
Juan era un tormento el tener que planchar las camisas, los vestidos,
los pantalones y el uniforme del colegio de los niños, siempre a la
misma hora, todas las tardes al ocaso. El hastío, el aburrimiento
del acero ardiente deslizándose, luchando contra unas arrugas que
casi se burlaban, le estaban cansando. Juan se situaba de pie frente
a la ventana del salón, la televisión a la derecha que cansina
repetía una y otra vez las noticias metódicamente estudiadas , para
llenarte de estímulos programados. Cuando el sol cansado regalaba
sus últimos y fugaces rayos, convertía los ventanales del piso de
enfrente en un caldero mágico de fuego multicolor.
Un
día observó obras en el piso de enfrente y ello le produjo una
distracción agradable durante casi un mes, la modificación de
paredes, pinturas, muebles y por fin los nuevos inquilinos , fue un
bálsamo para las tardes de plancha. Entonces apareció ella, el
ocaso cobró un nuevo sentido y deseaba que los reflejos cristalinos
desaparecieran , para contemplar a su nueva vecina, cualquier excusa
para eliminar arrugas inexistentes era suficiente para instalar la
tabla de planchar y colocar todo los artilugios necesarios para poder
contemplar a la joven, que paseaba en camisa desenfadada y ropa
interior.
Aquella
noche, mientras contemplaba de nuevo la escena que le dio sentido a
su plancha diaria, acabó con un grito desgarrador, su mujer
contemplaba como había tatuado de negro ceniza su vestido preferido.
Luis
Barriga
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Estamos en antena
El
puñetero ojo de la cerradura nos delata. Infidelidades, ojos
infantiles abiertos a nuevas experiencias, juegos, risas,
confidencias, encuentros, desencuentros, amigos de lo ajeno pendiente
de hacer su entrada para actuar, ese que se ve pasado de copas y no
atina...
Esto
y mucho más desde la primera hasta la última planta . Pero no
desvelaremos más intimidades. El puñetero ojo de la cerradura es
una ventana indiscreta. Apaguemos la luz.
Agueda Cantero
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El
bombín
¿Y
cómo que nunca cambiaron el bombín,?
pues
desde que tengo uso de razón lo veía colgado en esa percha de
madera, de tres pies y tres colgadores semicirculares, en un rincón
de la entrada. En el seno del bombín, colgaba una taleguilla ,
dentro descubrí una flor “margarita de pétalos blancos y
amarillos”, un lápiz de cera de color rojo y otro blanco y una
pelota del tamaño de un huevo con una abertura y dos pequeños
orificios, amén de una peluca rizada de color naranja. El color del
bombín era rojo, con algunas pequeñas manchas blancas seguramente
del maquillaje. Mis padres me comentaron que era como homenaje a un
familiar, que cuando se reunían para alguna celebración solía
utilizarlo con el fin de crear un ambiente de alegría y risas. Todas
las parodias las realizaba con mímica de cara y manos, pues tenia
cierta dificultad al hablar era un poco gangoso, aunque un día se
expresó diciendo: “perdonarme que no os diga palabra”-decía. Era
una persona muy seria e introvertida, pero que llegado esos momentos
, se transformaba y hacía pasar momentos inolvidables.
Cierto
día, cuando reunidos toda la familia, por motivo del cumpleaños de
mi hermano; desaparecí y ultrajando el simbolismo, cogí todo lo
referido y me fui al cuarto de baño donde me dispuse a maquillarme
y colocarme todos los útiles; una vez acabé me encontré totalmente
distinto, incluso en mi forma de ser y de expresarme. Cuando salí,
cogí la tarta y solicité que apagaran las luces,fue entonces cuando
encendí la vela que simbolizaba los cinco años de mi hermano y,
entré en el salón, cantando -feliz, felíz en tu día. Jamás
se me olvidarán las expresiones de los rostros de toda la familia,quedaron perplejos, pues recordaban a aquella persona tan querida
transmitiendo alegría y felicidad. Todos rieron y cantaron a modo de
coro. A partir de ese día, cogí el relevo y siempre disfrutaba caracterizándome y realizando las parodias; tanto en estas reuniones
como en mis visitas a centros que me lo solicitaban.
¡¡
Cómo disfrutaba !!
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