Haciendo el camino
Un
año más comenzó a reunir sobre la cama la lencería y demás
vestidos para tan largo camino. Los colocó detenidamente en el
interior de la mochila y se aseguró de que ésta estuviese bien
cerrada, se miró una vez más en el espejo y se gustó, echó la
mochila a la espalda y asiendo con una de sus manos el cayado, marchó
dispuesta y con renovada ilusión para dar comienzo su recorrido.
Todos los años seguía el mismo itinerario y casi podía asegurar
que ella lo conocía con los ojos cerrados. A lo lejos, pudo
comprobar cómo éste se hallaba marcado con señales sujetas en los
árboles indicadores del trayecto a seguir.
Se
sentía segura, alegre. Casi podía asegurar que en su interior
presentía que este año, se iban a cumplir todas sus expectativas.
Al
llegar a una bifurcación del recorrido, una señal le indicaba el
camino a seguir y continuó hasta encontrarse con un viejo caserío y
supuestamente con el dueño del mismo.
Al
preguntarle qué camino debía seguir y al darle la espalda, sintió
como se derrumbaba perdiendo el sentido.
Denise,
no pudo terminar su peregrinación a Santiago, pero, ¿quién lo
dice?, ¿quién no cree que Denise se encontrara siguiendo otro
camino más luminoso, con el Apóstol Santiago.
José
María Barrios
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La Plancha.
Para
Juan era un tormento el tener que planchar las camisas, los vestidos,
los pantalones y el uniforme del colegio de los niños, siempre a la
misma hora, todas las tardes al ocaso. El hastío, el aburrimiento
del acero ardiente deslizándose, luchando contra unas arrugas que
casi se burlaban, le estaban cansando. Juan se situaba de pie frente
a la ventana del salón, la televisión a la derecha que cansina
repetía una y otra vez las noticias metódicamente estudiadas , para
llenarte de estímulos programados. Cuando el sol cansado regalaba
sus últimos y fugaces rayos, convertía los ventanales del piso de
enfrente en un caldero mágico de fuego multicolor.
Un
día observó obras en el piso de enfrente y ello le produjo una
distracción agradable durante casi un mes, la modificación de
paredes, pinturas, muebles y por fin los nuevos inquilinos , fue un
bálsamo para las tardes de plancha. Entonces apareció ella, el
ocaso cobró un nuevo sentido y deseaba que los reflejos cristalinos
desaparecieran , para contemplar a su nueva vecina, cualquier excusa
para eliminar arrugas inexistentes era suficiente para instalar la
tabla de planchar y colocar todo los artilugios necesarios para poder
contemplar a la joven, que paseaba en camisa desenfadada y ropa
interior.
Aquella
noche, mientras contemplaba de nuevo la escena que le dio sentido a
su plancha diaria, acabó con un grito desgarrador, su mujer
contemplaba como había tatuado de negro ceniza su vestido preferido.
Luis
Barriga
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Estamos en antena
El
puñetero ojo de la cerradura nos delata. Infidelidades, ojos
infantiles abiertos a nuevas experiencias, juegos, risas,
confidencias, encuentros, desencuentros, amigos de lo ajeno pendiente
de hacer su entrada para actuar, ese que se ve pasado de copas y no
atina...
Esto
y mucho más desde la primera hasta la última planta . Pero no
desvelaremos más intimidades. El puñetero ojo de la cerradura es
una ventana indiscreta. Apaguemos la luz.
Agueda Cantero
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El
bombín
¿Y
cómo que nunca cambiaron el bombín,?
pues
desde que tengo uso de razón lo veía colgado en esa percha de
madera, de tres pies y tres colgadores semicirculares, en un rincón
de la entrada. En el seno del bombín, colgaba una taleguilla ,
dentro descubrí una flor “margarita de pétalos blancos y
amarillos”, un lápiz de cera de color rojo y otro blanco y una
pelota del tamaño de un huevo con una abertura y dos pequeños
orificios, amén de una peluca rizada de color naranja. El color del
bombín era rojo, con algunas pequeñas manchas blancas seguramente
del maquillaje. Mis padres me comentaron que era como homenaje a un
familiar, que cuando se reunían para alguna celebración solía
utilizarlo con el fin de crear un ambiente de alegría y risas. Todas
las parodias las realizaba con mímica de cara y manos, pues tenia
cierta dificultad al hablar era un poco gangoso, aunque un día se
expresó diciendo: “perdonarme que no os diga palabra”-decía. Era
una persona muy seria e introvertida, pero que llegado esos momentos
, se transformaba y hacía pasar momentos inolvidables.
Cierto
día, cuando reunidos toda la familia, por motivo del cumpleaños de
mi hermano; desaparecí y ultrajando el simbolismo, cogí todo lo
referido y me fui al cuarto de baño donde me dispuse a maquillarme
y colocarme todos los útiles; una vez acabé me encontré totalmente
distinto, incluso en mi forma de ser y de expresarme. Cuando salí,
cogí la tarta y solicité que apagaran las luces,fue entonces cuando
encendí la vela que simbolizaba los cinco años de mi hermano y,
entré en el salón, cantando -feliz, felíz en tu día. Jamás
se me olvidarán las expresiones de los rostros de toda la familia,quedaron perplejos, pues recordaban a aquella persona tan querida
transmitiendo alegría y felicidad. Todos rieron y cantaron a modo de
coro. A partir de ese día, cogí el relevo y siempre disfrutaba caracterizándome y realizando las parodias; tanto en estas reuniones
como en mis visitas a centros que me lo solicitaban.
¡¡
Cómo disfrutaba !!
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