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LAS MUJERES TOMAMOS LA PALABRA

Fabela tenía que salir de su casa, no podía seguir así. Hacía ya tiempo que las mujeres que conocía se habían quedado sin habla. Ella misma si acaso articulaba una preposición, un adverbio, de vez en cuando un adjetivo, pero ahí se quedada.

Todo comenzó después de las fiestas, la noche que se marcharon los músicos. Ninguna sabe cómo ocurrió, solo recuerdan que entre el asombro por lo que veían y la música que acompañaba al espectáculo, empezaron a sentir como de su interior fluían todo tipo de palabras. Veían como volaban sobre sus cabezas sustantivos, participios, verbos, incluso vocales sueltas, consonantes también, algunas en mayúsculas y otras en minúsculas casi rozando el suelo.

Junto con las palabras se marchó la magia que las mujeres tenían. Sus deseos, sus iniciativas pasaron a formar parte de la librería del fondo, donde se guardan los libros que les están prohibidos. Porque, según cuentan, las mujeres que leen son peligrosas y las que hablan más.

Se lo habían contado sus abuelas, y a estas las suyas: “las mujeres a partir de una edad mejor calladas, por eso desde chiquitas hay que enseñarles quienes tienen la palabra, por eso debemos aprender a susurrar y guardar en nuestros silencios lo que nos pasa”.

Para Fabela eso no podía ser así, y desde entonces se adentra en el bosque, siguiendo el camino que una mujer no debe tomar, por donde vio que se marchaba el carromato de los músicos con un enorme baúl en el que se podía leer “Me gustas cuando callas”.

Necesitaba saber por qué las mujeres tenían que quedarse sin voz, y estaba convencida que en ese baúl se escondían las respuestas. Tenía que conseguir recuperar una a una todas las palabras que se habían llevado, tenía que recuperar la magia de las mujeres.

En ese camino se unió con otras buscadoras de palabras que se habían hecho las mismas preguntas y con muchas más que ya habían encontrado respuestas. Entre todas empezaron a escribir, porque eso sí que hace peligrosas a las mujeres. Escribieron los porqués, los cómo, los dónde y un listado de quienes nos quieren en silencio y para qué.

Isabel Canto Fornell