LOS
DÍAS DEL RECUERDO.
Y
le manchaba de harina al entregarle el paquete que, cada mañana, al
alborear el día, enviaba al siguiente lugar de la lista. Aquella
interminable lista que su abuela le había entregado poco antes de su
muerte.
Fue
allá por mil novecientos setenta y dos. Aún mantengo vivo el
recuerdo, del primer adiós que guardo: su cuerpo, yerto, en la cama
del hospital; mi mano acariciando su mano fría. Pero lo guardo junto
a los de mis paseos en verano, durante las vacaciones, en las que me
llevaba como lazarillo, para entretener mis mañanas en la plaza,
entre recados.
Viven
en nosotros, vivirán mientras vivamos. Ahora que se acercan esos
días de limpieza y flores.
Vicente
Dìaz
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MIEDO A LO DIFERENTE
Al otro lado de la
ventanilla, en un pueblo cualquiera del profundo Marruecos, el aire
tiene color gris, allí donde cientos de ojos de halcón acechan a la
presa incauta, bullen en el caos. El miedo a lo incomprensible casi
traspasa mi cristal, mi barrera, mi protección. Si se cruzan
nuestras miradas, atisbo el desafío. El colorido de la frutas
resaltan sobre Niqab, Chilabas y Burkas, grises y negros. Me giro
sobre mi sillón de piel, acaricio mi botella de agua fresca, estoy
protegido en mi burbuja occidental.
¡Acelera! Es la
mejor medicina para la empatía.
José Antonio
Rodríguez
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AQUEL DÍA DE VERANO
DE 1945
Me
trae recuerdos inolvidable. Fue el despertar al amor. Era una
adolescente llena de inquietudes y de vida.
Surgió
de pronto, como ocurren las cosas importantes, sin pedir permiso. La
playa, el calor el corazón que se muestra receptivo a los nacientes
sentimientos que se descubren.
¡Qué
sonrisas, qué dulces sueños, qué nueva sensaciones desconocidas
hasta entonces!
Todo
acabó, como acabo el verano, como finaliza la adolescencia. Pero el
amor se queda arraigado en nuestro interior, nos va modelando y
enriqueciendo hasta convertirnos en la persona que somos hoy día.
Marisol Acuriola
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La duda
Poco
antes de que los domingos fueran amargos,
tuve que enfrentarme con mi
soledad. La tristeza y la melancolía me invadían y los recuerdos de
mis seres queridos asaltaban mis noches transformando mis sueños en
terribles pesadillas, cual si fuese un preludio anunciador de los
muchos horrores que estaban por llegar.
En
este mundo que habito, ya no existen domingos ni días de la semana.
Aquí en fin, desde que el sol dejara de lucir, impera la oscuridad
más absoluta y tenebrosa. Hace frío, mucho frío. Sin embargo,
percibo una sensación de bienestar en mi cuerpo que estas malditas
tinieblas no me dejan ver.
Si
esta sensación de bienestar que siento es la muerte, no deseo estar
por más tiempo vivo.
José
María Barrios
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LOS
DÍAS DEL RECUERDO.
Y
le manchaba de harina al entregarle el paquete que, cada mañana, al
alborear el día, enviaba al siguiente lugar de la lista. Aquella
interminable lista que su abuela le había entregado poco antes de su
muerte.
Fue
allá por mil novecientos setenta y dos. Aún mantengo vivo el
recuerdo del primer adiós que guardo, su cuerpo, yerto, en la
cama del hospital; mi mano acariciando su mano fría. Pero lo guardo
junto a los de mis paseos en verano, durante las vacaciones, en las
que me llevaba, como lazarillo, para entretener mis mañanas en la
plaza, entre recados.
Viven
en nosotros, vivirán mientras vivamos. Ahora que se acercan esos
días de limpieza y flores.
Vicente Díaz
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