•9:46



El pan nuestro de cada día



Un ensordecedor grito puso a Nadia en alerta, las nubes grises de la mañana se resistían a abandonar el cielo y anunciaban nuevas lluvias, pero el calor, no dejaba de merodear por los alrededores. El rostro de Nadia, reflejaba en cierta manera, la mala vida que le había dado su marido cuando a diario, llegaba a casa ahogado por la bebida. Ernesto, tenía un carácter extremadamente violento y se vanagloriaba de todo cuanto hacía con ella. Nadia, era una mujer dulce, pero por imperativo había tenido que volverse áspera y rígida, ya que había recibido toda clase de vejaciones por celos de él.
Cierto día, el viento pegaba fuerte, la arena de la playa atravesaba las paredes de su casa y las olas, parecían coger fuerza. Llovía con ímpetu y las tormentas y relámpagos iban inundando la casa. Él que llegaba como cada día al amanecer, fue preso de su furia, y un golpe de viento se llevó su vida.
Al enterarse del estruendo, Nadia, dejó caer una lágrima sobre sus mejillas, que ya con el paso del tiempo, habían dejado un surco. Cabizbaja era presa del dolor, un dolor que la había llevado casi a asumir la culpa. Levemente asomaba a sus labios una frase de perdón, pero en el fondo, pudo respirar.
Hoy se comentaba en el barrio, este suceso.

   Mª José Urbano Delgado           

                                                                                                                                                                                                                                                                               
This entry was posted on 9:46 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.

0 comentarios: