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En el mundo, cada cuarto de hora transcurren, exactamente, quince minutos. Y cada uno de estos minutos, trae consigo sesenta segundos.

En el mundo, a cada segundo se dicen alrededor de dos millones de mentiras, por lo que no hay que ser muy docto en matemáticas para saber que, en el mundo, cada cuarto de hora se lanzan mil ochocientos millones de mentiras.

Por tanto, en el mundo…

Cada cuarto de hora, mil ochocientos millones de personas violan uno de sus principales preceptos divinos y humanos, la verdad. Y a la vez, cada cuarto de hora, a mil ochocientos millones de personas se les despoja de su derecho a la veracidad.

Y todo esto provoca…

Que cada cuarto de hora, muchos niños pierden su pureza ejecutando su primera falsedad.

Que cada cuarto de hora, muchos adultos oculten la verdad tras pretextos inventados.

Que cada cuarto de hora, muchos enamorados sean engañados, precisamente, por las personas en las que más confían.

Que cada cuarto de hora, muchos amigos hieran la confidencialidad que debería de ser innata a su naturaleza.

Que cada cuarto de hora, muchos padres sean traicionados por aquellos a los dieron la existencia.

Por todo ello, al igual que se hace con otros borrones de la escritura sobre la humanidad, cada cuarto de hora deberíamos de celebrar el día internacional de la verdad, para que al menos, cada cuarto de hora, mil ochocientos millones de acciones fueran puras.

Pero no me pidáis que sea yo el que lance la primera piedra, ya que si os prometiera que no voy a mentir, tan solo estaría contribuyendo a los doce millones de mentiras que se han realizado en el mundo, durante el minuto que ha durado esta lectura.



20-09-2012

Francisco Javier Dávila Payán