•0:05
Recuerdo un olor, a veces, incluso en sueños.

El olor de la hierba recién cortada, cuando siendo yo muy pequeña acompañaba a mi abuelo a recogerla.

Es un olor distinto si la abrazas para amontonarla lo más cerca posible del cestón que finalmente la depositará en el carro.

Creo que la razón por la que lo recuerdo tan exactamente se debe a que engloba otros muchos, el olor a leche recién ordeñada, el de la nata que guardaba mi abuela cada mañana, el de las tortas de maíz para desayunar.

Tampoco son esos los importantes, sino que todos juntos me recuerdan los más deliciosos de los olores, el del cariño, el de la seguridad, el de saberme "yo".

Blanca Sandino

•23:50
Yo era una niña cuando nos mudamos a la barriada. Todos los vecinos eran matrimonios de entre 30 y 40 años, con sus hijos más o menos de mi edad.
Por las tardes, las vecinas se sentaban a charlar en la plazoleta mientras los niños jugaban. Entre ellas, una de las vecinas del bloque de al lado, a la que se la conocía por el mote de "tata", tenía una gracia y una alegría que era el alma del vecindario. Todas se sentaban en torno a ella y era un continuo de carcajadas, entre los chistes que contaba y los golpes que tenía con las cosas que se le ocurría. Su lenguaje era un poco verde y con tacos, pero lo hacía con tanta gracia que todo el mundo disfrutaba escuchándola, y donde ella estuviera siempre se formaba un corro de gente y a veces se acercaba hasta gente que pasaba por allí.
En carnaval le gustaba disfrazarse, siempre en plan cómico. Un día, ya bastante entrada en años, se disfrazó de "majorette" y fue de puerta en puerta llamando a las vecinas y se armó un gran revuelo.

Ella conservó ese humor y esa alegría hasta en su ancianidad y desde que murió, nuestro barrio se tornó serio y silencioso.


María del Carmen Bella
•21:43
Es la hora de la siesta, la hora del sopor y del silencio, sólo interrumpido por el ruido de alguna mosca pejiguera y machacona... Mientras los mayores dormían (había que hacer un paréntesis obligado por el intenso calor). La casa estaba oscura, las persianas parecían echadas, y había además una cortina de tiras de plástico que se movía constantemente, y proyectaba en la pared una especie de círculos o rectángulos de luz que resultaban muy divertidos para los niños, ponían en sus caras sombras y luces; daban un efecto dimensional, intentaban atraparlo aplastando la mano sobre la pared y les provocaba risas interminables.

José Luis Marmolejo Escandor

•21:13
Sonó el despertador a las ocho como cada mañana, María, se desperezó entre las sábanas y se hizo la remolona. Unos minutos más antes de incorporarse, lo hizo sin ganas, un día más pensaba, como otro cualquiera, no tenía ilusión ni nada interesante o diferente que la sacara de la rutina diaria.

Cuando salió a la calle iba con prisas para recoger a su hijo al "cole", al doblar una esquina tropezó con alguien y se le cayó el bolso y todo su contenido se desparramó por el suelo. Se agachó para recogerlo mientras se disculpaba sin prestar atención a la otra otra persona, hasta que, cuando estaba agachada, escuchó una maravillosa y suave voz que le decía:

- Perdone señora, ha sido culpa mía.

Alzó la vista y allí estaba, se quedó paralizada, en la misma postura que estaba, incapaz de moverse, sólo mirando aquellos ojos negros que también la miraban.

Él la ayudó a levantarse y la invitó a un café. Hablaron de muchas cosas, pero ella se enteró de muy poco, estaba sólo mirando y escuchando a aquel hombre, un poco más joven que ella y que le había cautivado, su voz, su mirada, todo era perfecto.

Ahora, cada mañana cuando sonaba el despertador, María saltaba de la cama, se arreglaba con esmero y tenía una ilusión, aunque sólo fuera verlo y escuchar su voz diciéndole; ¡hola!, y poder contemplar sus maravillosos ojos negros.

Carmen Gíl Marín

•21:05
Los niños jugaban a atrapar la luz. Jugaban a solas, simplemente jugaban. La luz era inalcanzable, pero eso parecía no importarles. La mente de un niño es pura fantasía, parecía Peter Pan y Campanilla, pensó Luis, sintiéndose el mismo un poquito de Peter Pan, aunque ya sabía hace tiempo que nunca alcanzaría la luz.

Trató de pensar en algún pasaje de su infancia y sólo recordó que había sido feliz. Feliz como un niño que intenta alcanzar la luz.

José León Fdez. de la Fuente

•20:41
En la puerta había una gorra negra. Se detuvo. Pensó que cerrando los ojos serviría para que desapareciera. Los abrió. Aún estaba allí. Con su presencia, desaparecía la alegría que durante aquellas semanas, incluso cuando veía a su madre con los ojos arrasados en lágrimas, había había conservado como un tesoro. Presintió, como tantas otras cosas, que la puerta se abría, y corrió a esconderse tras los matorrales; verle recostado en el quicio, le hizo sentir náuseas.

Observó como bajaba los escalones mirando a derecha e izquierda, abriendo mucho las aletas de la nariz, como si aquel gesto le permitiera olfatearla en el aire. Agazapada, temblorosa, a la espectativa, igual que un animal herido, sintió como una llamada atávica recorría sus venas impulsándole a defenderse. Tanteó su alrededor. El metal era frío, la forma de media luna, y el filo, le hizo saber de qué se trataba. Si el marido de su madre se acercaba, si otra vez intentaba tocarla... Antes de poder ver, claramente, entre los troncos sus zapatos, la decisión estaba tomada.

Raquel dejó de temblar, respiró hondo, y aguantó el dolor que le producía aferrarse con todas sus fuerzas, y sus pequeñas manos de niña, al mango de la hoz.

Blanca Sandino

•8:39
Tengo recuerdos al oler ese perfume de madera de oriente, al que olía la brillantina que compraba mi madre. Por aquel entonces, no existía la gomina y otros productos para el pelo que hay ahora.

Era la época de mis catorce o quince años. Yo era muy delgadita, el pelo me llegaba hasta la cintura y con tal volumen que no podía dejármelo suelto, pero yo quería llevarlo así y aplastarlo, me ponía brillantina, así quedaba menos voluminoso y podía soltarlo.

Llevaba ese perfume de brillantina. cuando a mis catorce años conocí a mi primer amor, un amor bello e inocente.

Nos veíamos a escondidas, porque mis padres no querían que tuviese novio tan pequeña. Éramos dos adolescentes de aquella época, tiernos, inocentes, llenos de amor e ilusión. En lo que un beso lo era todo y agarrarnos la mano, una mirada, una sonrisa. Así era nuestro amor, lleno de romanticismo.

Cada vez que huelo ese perfume, es como si me transportara a aquella etapa y volviera a ser niña y volviera a vivir todo aquello, aquel recuerdo tan hermoso.

Carmen Bella

•8:24
Cuando uno se levanta rebelde y crítico con todo el mundo, la tendencia es echar la culpa de ese sentimiento al mundo e intentar cambiar ese entorno que nos moleta o que percibimos injusto. Pero a veces me pregunto: ¿Podemos realmente?

Hay tantas cosas que cambiar, que en el caso que lo consiguiésemos, no dudo de que transcurriría muy poco tiempo en que algo perturbador nos volvería a aparecer! Nos pasamos gran parte de nuestra vida intentando arreglar el entorno y nunca lo conseguimos plenamente.

Tiene razón al decir que las palabras son la manifestación de nuestras preocupaciones y éstas pueden ser monotemáticas o politemáticas.

No podemos caer bien a todo el mundo, como a nosotros tampoco nos resulta simpática toda la gente e incluso hay gente que en un momento le hemos caído bien y luego ha dejado de agradarnos.

José Luís Marmolejo

•0:19
Se detiene el tiempo. ¡No me gusta que se detenga el tiempo! El tiempo tiene que seguir y seguir.
El tiempo, ese tiempo del que siempre estamos falto, tiempo para trabajar, tiempo para el ocio, tiempo para la familia y amigos, tiempo para uno mismo, que es el tiempo que siempre nos falta.
¿Cómo podríamos encontrar más tiempo?

Esta pregunta me la hago muy a menudo. ¡Pues siempre me falta tiempo!

María Benítez
•23:48
Sueño que voy camino del taller. Hace tiempo que, como lo deseo, lo sueño. Agudizo la mirada: trato de reconocer lugares, al menos, han pasado seis meses desde la última vez que vine al centro de la ciudad y siento que no podré retrasarlo, no tardaré en llegar a la puerta.

Me doy cuenta de que estoy inquieta, nerviosa. Y me detengo. Me imagino que ya conozco a Yolanda y a mis compañeros, y que son agradables.

Sin dudar, acelero el paso. No quiero llegar tarde. Me canso pero es normal: está lejos de casa. Aún así, continúo andando. Sigo. Diviso el nombre de la calle. Al acercarme, vuelvo a sentirme inquieta, Temo, dudo.

Me enoja que, a mi edad, aún no haya conseguido vencer esta dichosa timidez. De todas maneras he de seguir intentándolo. Lograrlo es garantía de que me mostraré como soy.

Unos metros más adelante advierto la bandera andaluza. El aire la agita. Me detengo. Imposible, ya es imposible volver atrás. Pienso en renunciar, pero no me perdonaría haberlo hecho.

Descubro, un poco más allá del portón, el patio del colegio. Me siento aturdida. No. No dejaré que este aturdimiento me venza.

De pronto soy consciente de que ya he llegado al aula. "Alea iacta est", me digo: la suerte está echada. Quizás por eso, sonrío. Otra vez he conseguido ganarme la partida.

Blanca Sandino

•16:37
Hace muchos años, un loco paseaba por el parque. Paseando, paseando, llegó a un palacio donde el rey no reinaba, el bufón no hacía gracia y la princesa era horrible.

El loco, llevado por la curiosidad fue a hablar con el mago para pedirle explicaciones, pero no tuvo respuestas.

No había dado cuatro pasos cuando encontró un sapo que hablaba. El sapo le preguntó: ¿Qué te trae por aquí forastero? ¿A caso te has extraviado?

Y el loco le respondió: No sé cómo he llegado, pero todo es muy raro.

Entonces el sapo compadeciéndose del pobre infeliz quiso ayudarle. Sin perder tiempo fue a buscar setas en el bosque y regresó a encontrarse con el pobre desgraciado, que esperaba impaciente.

Por fin consiguió que el loco se tomara unas cuantas setas, pues era evidente que su grado alucinógeno le devolvería a la realidad, donde los reyes reinan, las princesas son buenas, y los bufones hacen reír.
José León Fdez. de la Puente

•15:56
Todos estábamos contentos y felices, nos pusimos nuestras mejores galas y estábamos radiantes. En la habitación había mucho jaleo.

Un bullicio sorprende a todos, hablábamos a la vez y de varios temas diferentes, pero yo a veces me quedaba callada pensando.

Mi interior me decía que había algo que me hacía daño, no me dejaba estar feliz del todo. Estábamos celebrando el ochenta aniversario de nuestro padre, y verlo allí tan anciano y tan ausente...

No podía dejar de pensar que quizás sería el último cumpleaños que estuviera con nosotros. Sin embargo, decidí disfrutar del momento y olvidar todo lo demás. Me acerqué a mi anciano padre, le besé con cariño y le dije:

"Te quiero mucho papá"

Carmen Gil

•12:57
¿Qué es un libro?
Un libro son letras
que te hacen pensar,
y con el poder de la mente
los convierte en realidad.
En un libro hay ilusión,
historia y un poquito de amor,
también hay serenidad
para que mi cuerpo
encuentre la paz.
Cada hoja que se abre
más ilusión me da,
y llegar al final.
Un libro tiene su autora,
una persona que supo expresar
contando su vida
con cariño y serenidad.


Luisa Rico Guerrero

•12:41
Por fin el día tocaba a su fin, estaba agotada, entró en la cocina, se preparó una taza de té y se sentó tranquílamente a saborearlo, sola en silencio. Era el único momento que se podía permitir ser ella misma, no tenía que sonreír por todo, no estar pendiente de los niños, no tenía que soportar la charla aburrida de su marido y fingir que le interesaba cuando en realidad no lo soportaba.
Sonrió para sí y pensó: ¡Cuanto me hubiera gustado ser la protagonista de "Los puentes de Madison"!


Carmen Gil
•22:38
Al lograrlo respiré satisfecho, se me había hecho interminable el camino, pero al fin pude reunirme con mis compañeros y celebrar con ellos, que el accidente cometido por el equipo contrario, sólo fue un amago de lo que podía haber ocurrido.

Celebramos Juntos mi vuelta, y mi cojera quedó en el olvido en medio de risas diabólicas, y ese olor a pureza que desprende la inocencia de lo no contaminado.


Soledad Braza

•0:37

Paseaba por la orilla del mar, era una cálida tarde de verano, el agua le refrescaba sus pies descalzos.

Pensativa caminaba, no comprendía porqué su hija era tan arisca con ella. Anduvo tanto que llegó a cansarse y decidió sentarse.

Sus ojos estaban llenos de lágrimas, hacía unos instantes había llamado a su hija por teléfono sin atreverse a preguntarle:

–¿Cómo estás?, dijo ella.

La hija se limitó a decir, bien, adiós.

Ella sabía que tenía problemas y deseaba ayudarla, pero el carácter de su hija no lo permitía.

Decidió volver atrás, se levantó y siguió andando por la orilla. Su bañador negro resaltaba su buena figura. A sus cincuenta años todavía llamaba la atención de los hombres.

Un perro se interpuso ante ella y la hizo pararse, un hombre bien parecido le pidió perdón y le puso la correa al perro.

-Curro eres un mal educado. Ella se sonrió. El hombre se fijó en sus ojos tristes y le preguntó:

-¿Perdona pero veo que has llorado ?¿Puedo ayudarla?

-No, gracias, son cosas mías.

El hombre se presentó:

-Soy Salvador, y vivo en ese edificio.

-Soy Isabel, dijo ella con pocas ganas.

-Te invito a un café, si te apetece.

Isabel lo pensó un instante, y se dijo; pues tal vez me vendría bien un poco de charla con alguien, aunque sea un desconocido.

Isabel aceptó la invitación, y poniéndose la bata que llevaba en la mano, se dirigieron a la cafetería más cercana.

Se miraban y sonreían, pues ninguno de los dos sabían que decirse. Él rompió el silencio y dijo:

-Estoy de vacaciones, ¿y tú?.

-No, yo he nacido aquí. Mi vida siempre ha sido muy monótona, no he viajado mucho.

Él respondió:

-En cambio yo, no estoy mucho tiempo en el mismo lugar, quizás porque no he encontrado todavía a la persona que me amarre.

-¡No me digas que a tu edad todavía no te has casado!

-No, respondió, pero este lugar me gusta mucho y puede que más de lo que pensaba.

Después de un buen rato él le pidió su teléfono. Se despidieron con un apretón de mano. Salvador se fue pensando, definitivamente me quedaré...

Mª Ángeles Fernández

•15:28
Nunca había visto ni oído una tormenta con un resplandor tan intenso y un ruido tan ensordecedor. Se levantó de la cama asustada, y se puso a mirar al jardín por detrás de los cristales de la ventana, no creía lo que sus ojos veían.
El árbol centenario que estaba en el jardín había sido partido en dos por el rayo.
Se sintió triste, porque le tenían un cariño especial. ¡Habían jugado tanto ella y su hermano a la sombra de sus ramas! ¡Se habían subido y bajado tantas veces de ella!
Se puso a pensar en su hermano. ¿Qué diría cuando se entere? ¿Sentiría lo mismo que yo?


María Benítez

•13:18
Me doy cuenta de que echo de menos a mi ex mujer y a mis hijas. Eso quiere decir que en el fondo las sigo queriendo y no puedo pasar sin ellas.
Aunque me hayan dejado aquí solo, será por algo, creo que los dos tenemos parte de la culpa.
A través del cristal, veo una silueta que parece idéntica a la de mi ex mujer. Me pongo un poco nervioso. De repente, alguien entra en la tienda, una voz femenina pregunta…
Me quedo sorprendido…, no es ella.Quizás estaba confundido con todo lo que rondaba por mi cabeza, debía olvidar todo lo pasado y empezar una nueva vida.



Josefa Puerta

•12:59
Cuando tenía 21 años, entré a trabajar en un comercio como dependienta. Allí, había un joven dependiente que se encargó de explicarme todo lo referente a la tienda. Estaba tan atenta y nerviosa por enterarme de todo, que apenas si me fijé en él, y así, fue pasando el tiempo.

Compañerismo, amistad... y un día, sin darnos cuenta, sin haberlo pensado siquiera, sin articular palabras, al cruzarnos, nos miramos y nos unimos en un apasionado beso.

Así nació nuestro amor, que a los seis meses acabó en boda. Una boda furtiva, porque ninguna de las dos familias lo sabían.

Mantuvimos el secreto durante un tiempo. Al final, informamos de lo ocurrido a ambas familias y celebramos una boda tradicional, con muchos familiares y amigos.

María del Carmen Bella

•23:23
Recuerdo cuando llegó la primavera, esos olores tan penetrantes en la campiña, el olor de la tierra besana, el olor embriagador de las plantas aromáticas, como el romero, el lentisco, el azahar de los naranjos y un largo...
En el amanecer es un espectáculo y una visión para los sentidos, cuando la Madre naturaleza explota en toda su extensión y es cuando comprendes que no eres más que un simple mortal ante el milagro.
Francis Villegas

•20:04

Recuerdo cuando yo tenía doce años. Mi hermano vendía caramelos y para que subiera a casa a comer, yo bajaba para cuidar de su puesto. Una tarde llegó un chico preguntando por él, y me dijo:
- ¿No está el muchacho?
Yo le contesté:
- ¿Quien, mi hermano?
- ¿Pero Rafael es tu hermano? Yo no sabía que tenía una hermana tan bonita.
Y yo le respondí:
- ¡Anda niño tonto!
Y el me respondió:
- Tú, vas a ser la madre de mis hijos.
Su palabra se cumplió. Con él, fui la mujer más feliz. Pero la felicidad no dura eternamente, hay que disfrutarla...

Luisa Rico


•19:55
No pude transformarme en princesa porque el imbécil seguía mirando sonriéndose, burlón no creía en la magia, en lo que se ve en nuestro interior. Sin tener que pasar por nuestras retinas. Mi vida siguió sin sueños, sin duendes, aburrida. Iba perdiendo el aliento minuto a minuto, segundo a segundo, pero un día un rayo de sol interrumpió mi sueño y me traslado a mi realidad. Mi alma necesitaba una alma gemela y no a un enano burlón.
Soledad Braza

•19:45
Hija mía, sé lo mal que lo estás pasando, la vida tiene estas cosas tan inexplicables, a veces es para rebelarse con el mismo Dios.
Pero él sabe lo que hace y nos da capacidad para afrontarlo todo, aunque sea pasando malos ratos.El tiempo pasa y siempre hay porqué volver a empezar y yo espero y deseo que cuando más tranquila estés, y menos te acuerdes de esto, todo se solucione y te lleves una sorpresa, pues tú, te lo mereces, porque eres buena hija y buena persona, trabajadora y constante.
No olvides que nosotros te queremos mucho.
Tu madre.

Loli Vidal


•19:40
Ante mis ansias de saber y de culturizarme.

El sólo me veía como madre de sus hijos y su criada, pero no sabía que todo iba a cambiar.

De la noche a la mañana en la biblioteca municipal conocí al ídolo de mi vida. Tenía modales, educación, cultura y sobre todo un cabeza muy bien, muy bien amueblada.

Era, editor, así que me fui con él, devoraría los libros y a él.

Mayte Varas


•19:36

Cuando me encontré rodeada por sus brazos en un primer momento me quedé paralizada; aunque estábamos a oscuras reconocí su olor varonil inconfundible.


Era él.


Cruzamos el umbral de la puerta no esperamos a llegar al dormitorio en el camino nos besamos apasionadamente. Sus manos grandes pero muy suaves acariciaban todo mi cuerpo haciendo me temblar de placer.


Allí mismo en la alfombra del salón dimos rienda suelta a una pasión desenfrenada quedando rendidos exhaustos.


En ese momento sonó el despertador, todo había sido un sueño.

¡Bendito sueño!



Lolí Vidal


•21:40
Además en este espacio de creación colectivo e individual , recuperamos el placer por la escritura, por la lectura, y desarrollamos nuestra capacidad de argumentar e imaginar disfrutando de ello. Iremos añadiendo a esta bitácora nuestros escritos con propuestas diversas y deseamos que te acerques a nuestra ventana.¿Quizás te sorprenda?
Esperamos vuestras opiniones.


Cádiz, 15 de octubre de 2.009