•13:59



Ya queda poco “aguanta”- le decían a Rocío, pero su abultado vientre y sus dieciocho kilos de más la tenían agotada, era un registro ordinario, mañana en el hospital.
Al día siguiente Rocío, con su sonrisa infantil, comentó en la sala de registros: “he desayunado dos veces y me acabo de tomar un trozo de chocolate para que salga bien la prueba”. La matrona colocó las correas, le ayudó a tumbarse y con maestría palpó su barriga localizando la espalda del bebé.
-¿ Ya reconoces las contracciones?
- Sí, pero me duran muy poquito-contestó Rocío.
La matrona no captaba el ritmo cardiaco, su cara se fue ensombreciendo.
- Esto no pinta bien Rocío. Tu hijo no está vivo.
Rocío nerviosa no sabía qué hacer, y mirando el móvil vio que tenía un mensaje y deseando oír otra noticia lo activó.
- “Mamá, sé que me está esperando, pero no voy a ir. Tú ahora no lo entiendes, no te preocupes porque te vienes conmigo”

                                                                  



Mila Ortiz
•13:47




No era el mar pero se le parecía. Yo no vivo cerca del mar, pero pienso tanto en él, aunque este paisaje que veo ahora me lo parece. Nací arrullada por el sonido del mar, como si de una nana se tratara. Cuando el majestuoso mar se despierta y enfurece, me asusto: su ruido, es tan fuerte, tan bravo, tan salvaje, tan penetrante que me hace temblar. No importa. Es mi adorado mar, ¡lo quiero tanto!
Es mi compañero, mi amigo fiel, siempre está ahí, lo miro , le hablo, parece que escucha, le cuento todo lo que pienso, me siento acompañada y querida, doy gracias al cielo por tener un amigo tan fiel.

                                                                   

Sara Salvago

•13:32




Poco antes de que los domingos fueran amargos, en el corazón del Albaicín donde aún resuena el quejío de una burlería gitana, una soleá o una seguidilla. Donde el amor sabe a arte, a compás y a coplilla, El Farruco y Candela, mirándose a los ojos con una cadencia lenta, profunda, se juraron amor eterno. Amor que solo se puede jurar con esa intensidad, cuando es prohibido.

Dicen los que pasan por allí, que en noches de luna llena, una fragancia de romero e incienso impregna el aire, y se escucha a lo lejos los sones de una guitarra acompañando los susurros de los dos amantes, que prefirieron morir juntos a vivir separados.

                                                                 


Rosario Benjumea
•13:25



 


                                 
                                         Respirar un solo día de poesía
                                         me asegura un año de vida intensa.
                                         Respirar a diario la poesía
                                         me asegura la vida eterna.

Luis Barriga
                                                                                     
•13:20



¡No quiero volver a verte nunca más! Por tu culpa nos echan y mira donde tenemos que ir, a ese páramo desértico. Ya te dije que no quería jugar contigo. Nunca me gustaste, pero tú venga a insistir. Y lo peor no es eso, desde ahora y por todos los siglos hablarán mal de mí.
Y Eva cogiendo un palo le dio tan fuerte a la serpiente que tembló el Paraíso.


                                                                   

Marisa Camacho
•13:11



Debo decidir si ser sol que alumbre o lluvia que germine. Si que me alaben o me critiquen. Que hablen de mi o que me ignoren. Si ser orgulloso o humilde. Si ser famoso o sabio. Si ser amado o amar.
Debo decidirme ya. Vislumbro la claridad, percibo que voy a nacer en unos segundos.                                                       
 

                                                      Marisol Acuriola 
•13:09



El armario donde acababa de encerrar a su muñeca, ensangrentada como sus manos, masacrada como su alma, sin vida.

Como “tantas todos los días”.

                                                                  

Mari Luz de Vera

•9:25



Debo decidir cual será el tema del microrrelato, pero hoy en mi mente solo están Maricela Tombé, en el Cauca, Bertha Cáceres en Honduras y hace siete días Alicia López Guisado en el Choco, todas líderes campesinas , asesinadas solamente por eso, por ser líderes campesinas.
Pero¡no hace falta irnos tan lejos! Aquí, ahora , ya son 18 las mujeres asesinadas solo por querer ser ellas mismas.
¡Cuántas han caído y no conocemos sus nombres! y lo que es peor ¿cuántas tendrán que caer todavía?

                                                               



Regla Rodríguez


•13:50



Estás loca, loca.

Loca de juventud, de juventud ajada, dentro de un corazón cansado, de
un pecho envejecido de piel arrugada, manchada, marchita.

Loca, loca de amor tardío, siempre bien venido, incomprendido.

Loca, loca de alegría, positiva, que contagias cada día.

Loca, loca de amor bien recibido, con los cinco sentidos.

Loca, loca por ausencias no queridas.

Esta loca, loca.

                                                               
María Luz de Vera



•13:39



Espero que puedas perdonarme -le escribía en un WhatsApp Ramón a su amigo Eufrasio-. a los dos nos gustaba Inés, pero me eligió a mí, que le vamos a hacer.
Y continuaba: Más de una vez Inés me ha fustigado reprochándose que eligió mal entre nosotros. Ahora, pasado el tiempo y en trámites de divorcio, porque las cosas ya no son tan dulces, te lo comunico por si estás libre y sigues queriendo a tu Inés.
Eufrasio le contestó con otro WhatsApp. No gracias, yo ya también me encuentro muy bien fustigado. 

                                                      
                                                                    Juan Pino 

•13:32


¡No quiero volver a verte nunca más! Acto seguido dejó de mirarse en el espejo para dirigirse al fregadero, donde tenía todas sus fotos antiguas dispuestas para quemar. Al día siguiente, la operación, le haría la persona perfecta que tanto quería ser.

Juana María Gandiaga

•13:22



Desde una viga del techo pendía un cordel de color, que en un principio fue blanco. Ahora después de haberle untado con melaza, el color se había tornado en negro.
No cabía una mosca 

                                Marívi Garcia