•13:17


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AISLAMIENTO




Se pasaba la horas en aquella habitación de su pequeño piso, rodeado de libros, la mayoría vetustos, amarillentos, con olor a vieja imprenta, y al tocarlos dejaba su huella en el polvo acumulado. Sólo él podía entrar en su siniestra biblioteca.

Ella decidió hacer del saloncito su taller de costura, y lo invadió de todos sus utensilios.

El televisor lo instaló en la cocina, y ésta se convirtió en el centro de sus breves encuentros.







Isabel Vieiras



•13:22


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La chica de los pechos como aceitunas


Llama al timbre. Dentro se oye una válvula de la olla exprés dar vueltas. Huele a garbanzos. Abre la puerta una mujer con el pelo teñido de rubio con las raíces negras y recogido en una cola, lleva un delantal con manchas, sonríe con falsos dientes, con falda sonrisa.
Hace pasar a la chica de los pechos como aceitunas a una lúgubre habitación donde hay una camilla, un lavabo y una mesa sobre la que reposa el instrumental.
No pasa nada, no te preocupes. ¿Trajiste el dinero?. Asiente y le tiende el dinero arrugado y húmedo de sudor. Ella se tiende en la camilla, cierra los ojos y llora.
La chica de los pechos como aceitunas no ha llorado más, una niebla blanca la fue cubriendo de dentro afuera. 

 






Carmen Artaza
•13:49

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VISITANTES



Me pareció divertido mientras fui una niña, aquellos visitantes a los que yo abría la puerta, entraban cabizbajo a la sala donde mi madre los esperaba y salían siempre con cara relajada, algunos con sonrisas y otros locuaces, le daban un dinero a ella y a mí algunas pequeñas monedas.

Cuando adolescente, ya no era tan entretenido ver ese trasiego de gente. A mi modo de ver, me robaban tiempo de estar con mi madre y contarle mis pequeños problemas de pubertad.

Ahora, adulta, con una licenciatura en la mano y a punto de salir de mi casa, entiendo que mi madre, sin estudios, abandonada por mi padre y con dos niños a su cargo, tuviera que ganarse la vida de esta forma...ella era una buena PITONISA.





Pilar Perdices