•13:15

LA PALABRA

Que vengan por fin a rescatarte es lo único que puede esperar un hombre como yo, que llora.

Siempre fui un general conquistador, pero en esta última contienda solo tenía un guerrero y estaba rodeado por un ejercito de mil enemigos. Lloré desesperado en mi tienda y pasé toda la noche escribiendo una proclama final que repartí entre las líneas enemigas con palomas mensajeras. En esa misma noche se pasaron a mi bando quinientos contrarios.

Animado por el éxito, en una rápida escaramuza avancé hasta su frente, tan próximo llegué que desde una loma lancé una arenga muy inspiradora, tanto que sin luchar se me unieron cuatrocientos noventa y nueve hostiles deponiendo sus armas.

Esa noche también la pasé llorando por mi mala suerte, por solo un hombre tendríamos que pelear y ya no me quedaban más palabras. Al día siguiente tuve que desenvainar mi espada para defenderme del último enemigo. 

Un glorioso ejercito de mil hombres había salido en desbandada.

 Eugenio Barriola