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 ENTRE OLORES


Son las once de la noche del jueves día seis y me toca mirar los apuntes, como casi siempre con atraso, los saco con cierto temor, los saco con cierto reparo, me causa mucho respeto, veremos si esta semana, supero otra vez mis miedos y me lanzo a por el nuevo reto.

Dice : ponte a escribir, esta vez sobre el olfato, los olores, los perfumes, “los perfumes de chaneles”, dijo un día mi poeta venerado.

¡Anda!, pues si yo dije en clase que se me venía a la mente el olor de los churros, cuando me preguntaron. Tengamos en cuenta que eran las diez menos cuarto. Pero a lo mejón es poco poético -ya empiezo con mis complejos-, a lo mejón es poco romántico, a lo peor no es literario.

Pues entonces podría escribir del olor puro del campo, allá cuando el sol despunta y el aire aún no está contaminado. O quizás, podría hablar del olor a hierba fresca o el que desprende el césped recién cortado. Tal vez mejor, hablaré de olor de las flores en primavera -pero que no sean de invernaderos-, porque esas, de olor poquito, aunque de presencia den el pego, esos claveles erguidos, esas rosas frescas y naturales, ya sean blancas o amarillas, sean de color rosa, sean rojas o bien de terciopelo, que son una bendición, como caídas del cielo.

También podría hablar del olor que desprende el romero en flor, cuando por una mano es tocado, tal vez del de la hierbabuena, o las flores del jazmín, cuando son mecidas por el viento. Quizás mejor me inspiraría en la dama de noche, bueno no tendría que tenerla muy cerca -la dama si puede estarlo-, me refiero al árbol, pues su olor tan penetrante, seguro que me marea.

Que va, esto anterior no me inspira para escribir sobre ello, probaré con los olores de las frutas que son ricos manjares y de olores muy agradables,¡ pero que no sean de frigoríficos,! que es lo que abunda hoy en día, con lo buena que estaban las naturales y lo bien que al abrirlas olían. ¡Como olían las naranjas y también las mandarinas, las peras y las manzanas, el melón y la sandía.!¡ Ojú que hambre me está entrando,! mejor tiro por otra vía.

Y si hablara del olor que desprende una mujé arreglá y presumía, con andares elegantes, con perfumes pa gustarse y pa gustá a quien la mira. Po no, po tampoco eso me inspira, que mi mujé me daría de cosquis, que todavía me dolerían.

¿Y si del olor que nos llega del mar?, desde una playa cualquiera, o el de la playita de to mi via. Con las olas rompiendo sobre las rocas y el salitre en mi naricilla. Y las barquillas encallá, mejón sin son de madera y si están recién repará,¡ qué rico su olor a brea.! Y el pescaó que llega con su rancho de cada día, con sus ricas variedades, que le dá la hermosa bahía y se busca cuatro duros que la cosita está mu malita.

Hasta aquí en general, los olores han sio mu bien trataos y es que no he querido hablar, de un olor que en España está oliendo a rancio. Un olor que huele a podrio, un olor mu putrefacto, que entre todos hemos de arreglar, antes que nos lleven al caos.


                                                                      


Juan Pino
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