MIEDO
Esperó
hasta dormirse y soñó con otra Navidad, la que vendría
después, las anteriores habían sido tan felices siempre,
recordaba ese calcetín colgado, cerca de la chimenea colmado, desbordado de regalos y casualidad, casi todos eran
para mí. Pasar las hojas del calendario, día a día, mes
a mes, se me antojaban eternos, quería una más.
Sigo
soñando con otra Navidad, después de muchas pasadas,
tantas, que las he metido en un rincón de mi memoria,
como si estuvieran en un saco, he cerrado éste con nudos
fuertes, esos recuerdos, mis tesoros, no escaparán.
Ahora
duermo menos por la edad y los sueños no son tan
dulces, a veces me cuestiono si deseo que llegue otra
Navidad.
Maria Luisa Martin
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AROMA
Si las sensaciones fueran tan auténticas y reales como las que sentí
ayer , mi alma volvería a renacer, me sentiría niña otra vez. Me
propuse ordenar y limpiar el trastero aunque hacía mucho calor, sudé
bastante (cosa rara en mí pues apenas si lo hago) cuando por fin
terminé, lo único que se me apetecía era una ducha, sentir el agua
jabonosa y fría correr por mi cuerpo, limpiándolo y aromatizándolo
con el olor del gel de romero.
Buscaba mi ropa interior en el
cajoncillo donde las guardo, al hacerlo percibí un olor muy conocido
y añorado, traté de localizarlo, miré por la ventana, viendo el
naranjo que me regalo mi madre, fue entonces cuando lo supe, me
recordaba a ella, era mi olor tan igual al suyo que lo sentí dentro
como si siguiera viva en mi, su aroma se quedó conmigo.
¡ Madre que te fuiste de mis brazos en esa madrugada tan oscura. !
Ayer como para aliviarme, envíaste a mis recuerdos tu olor en esa
calurosa tarde de verano, me sentí como cuando era niña, oliéndote,
si era exactamente el mismo olor. Tu sudor al contrario de muchas
personas era dulce y acariciante, olor a protección, a cariño, a
amor ¡ Qué gran regalo me hiciste al dejarme lo que siempre me unió
tanto a ti, tu tu aroma
Marisa
Camacho
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Otra
tarde más
Blanca como cada tarde
después del almuerzo se pierde entre los utensilios de cocina, los
deja caer de golpe al limpiarlos, suspira, se irrita con la cesta del
pan que siempre se resiste a entrar en el pequeño mueble, 30 largos
años juntos, en esos momentos de sus vidas ella quiere presente, él
deja pasar el tiempo.
Cuando ella coloca
milimétricamente la planta en el centro de la mesa del comedor,
Fabio ya ha entrado en el letargo de cada tarde, engullido en el
verde sofá.
Lo observa, sus
marcadas arrugas, su pelo escaso. Al verlo cabecear ante la inercia
de la posición adoptada,, le parece mucho mayor. Otro suspiro.
El aire se hace paso,
no sin dificultad, en su pecho, sus pasos apesadumbrados la acompañan
al dormitorio, donde descubre sin asombro, a un fornido hombre en su
pulcra cama.
De inmediato la
requiere con unos vivos y bellos ojos, que le desarman al instante
cualquier atisbo de inapetencia.
El temor que siente al
saber a su marido en la habitación contigua, se desvanece con una
pasión que envuelve sus sentidos durante años adormecidos.
De repente irrumpe
Fabio en su dormitorio y ella … se inquieta, se encoje, y al tocar
en una furtiva caricia sus propios labios, se estremece,
volviendo....bruscamente a la realidad.
Pilar Ricoy
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