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Ya queda poco “aguanta”- le decían a Rocío, pero su abultado vientre y sus dieciocho kilos de más la tenían agotada, era un registro ordinario, mañana en el hospital.
Al día siguiente Rocío, con su sonrisa infantil, comentó en la sala de registros: “he desayunado dos veces y me acabo de tomar un trozo de chocolate para que salga bien la prueba”. La matrona colocó las correas, le ayudó a tumbarse y con maestría palpó su barriga localizando la espalda del bebé.
-¿ Ya reconoces las contracciones?
- Sí, pero me duran muy poquito-contestó Rocío.
La matrona no captaba el ritmo cardiaco, su cara se fue ensombreciendo.
- Esto no pinta bien Rocío. Tu hijo no está vivo.
Rocío nerviosa no sabía qué hacer, y mirando el móvil vio que tenía un mensaje y deseando oír otra noticia lo activó.
- “Mamá, sé que me está esperando, pero no voy a ir. Tú ahora no lo entiendes, no te preocupes porque te vienes conmigo”

                                                                  



Mila Ortiz
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