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En
el lugar más recóndito de la isla, Marta y Alberto se habían
resguardado del monzón. Venían de un exótico viaje por la bahía
de Mekong. Un nativo en una canoa los llevó río abajo adentrándose
en la húmeda selva virgen, observaban todo tipo de árboles,
plantas y flores con vivos colores, era una explosión de la
naturaleza.
Cuando
el nativo dio por finalizada la travesía, le pagaron la canoa y río
abajo, en sus tranquilas aguas, se adentraron en la isla de Manao.
Extasiados por todo lo que sus ojos iban descubriendo, inundándose
en la vitalidad de aquel paraje espectacular. Se resguardaron en una
gruta, de la cortina de agua que mojaba sus cuerpos sudorosos.
Dejándolo todo atrás, supieron que nunca saldrían de aquel mágico
mundo.
Quini Seisdedos
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