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No
era la mar pero se le parecía, te invitaba a zambullirte en sus ojos
de un azul verdoso, diecinueve soles, esbeltas como la más bellas de
las Ninfas del Olimpo. Atracción de mujer fatal sabedora de sus
encantos de Sirena, con su torso desnudo y sus pies alados…
¡Despierta
Luis! ¡Vuelves a llegar tarde! Gritó Lola, su cara, desencajada y la
cabeza cubierta por rulos con una funeraria malla negra.
José A. RodrÍguez
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