Carta
a mis compañeras
Queridas
amigas y compañeras:
Os
escribo desde lo más hondo de mi corazón ya que si lo hiciera desde
lo más profundo de mi alma, no podría concluir esta misiva.
Fueron
muchas horas, las que nuestro compañerismo y amistad, se fueron
esculpiendo. Y algún responsable muy sutil y angelical tuvo que ver
en tan excepcional modelación que con su batuta dirige los designios
y el ritmo en tan bella armonía. Todo comenzó en un lugar humilde y
sencillo pero, no por ello exento de “belleza”. Las horas se me
antojaban eternas hasta la llegada de los viernes y allí, entre
narraciones, comentarios y sonrisas, volaban los minutos.
Lo
cierto es que para mí, aquellos apacibles días estaban próximos a
concluir y dejarían un vacío profundo y amargo en el seno de mis
entrañas, que al día de hoy no consigo llenar. Sin embargo, mis
dudas se fueron disipando cuando una tenue luz, iluminó mi mente y
de nuevo comencé a escribir. Sin embargo, tachaduras tras
tachaduras, iban oscureciendo el papel sin lograr esclarecer mis
pensamientos.
Porque,
lo cierto es que, por mucho que me estrujo el cerebro, no hallo la
forma de unir dos frase consecutivas. Y es que sin vosotras queridas
compañeras, no llega a mi mente la inspiración deseada.
Mis
pensamientos teñidos de un gris tan denso, no transmiten ni
traspasan la conductibilidad de aquellas ideas que fluían con el
calor de vuestra presencia.
¡Qué
días aquellos! Y que bellos los recuerdos, que como tesoros, guardo
en el cofre dorado y frágil de mi corazón.
Concluyo
con una frase estampada en un hermoso “separador” donde dice:
“Todos llevamos dentro una historia que contar”.
José
María Barrios
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