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Rasgando
el alma
Andaba
con las emociones extenuadas, después de un largo camino en el que
ya no disfrutaba del aire entre nosotros.En
cada deseo por restablecer el día a día, en cada carencia
expresada, en cada propuesta para un acercamiento traté de golpear
el frío muro en el que él se hallaba con respecto a mí.Y
yo… me sentía tal mariposa en busca de néctar, aleteando con
torpeza entre gélidas paredes de acero.Volé
alrededor del nido procurando armonía, pero mis alas se quebraron
desatendidas.
Y
es que no puedo recordar en qué momento se disipó el cariño en
nuestras vidas, ni adonde fueron las caricias entre tanto quehacer
diario y tantos desencuentros
Fue
así… como el tiempo se encargó de preguntarme por esa estela de
ilusión que siempre me había acompañado, y ahí… fue consciente
de haberla perdido en el camino, desvanecida entre el manto gris de
los enojos que aprisionaron mi innata alegría.
Por
todo ello cerré el paso a los temores, a la lucha en vano, a la tan
rehusada resignación y a la comodidad que se suele instalar entre
las costumbres, cortando el fuerte y largo vínculo que nos unió.He
vuelto a encontrar mi centro, renaciendo fortalecida, redescubriendo
con estupor las peligrosas concesiones de la vida en pareja.Fuerte,
aunque a veces flor de un día, al percibir las consecuencias de la
ruptura, en el inocente ser que se haya entre nosotros. Ahí mi alma
se pierde, y a ella la envuelvo con ese imponente amor que
brota de micorazón,
siendo éste sin pretenderlo, el que me devuelve de nuevo a ser
roble.
La
honestidad con la que trato mis sentimientos me habla del valor que
procuro mantener hacia la vida, sin dejarme llevar por los latidos
con inercia, en los que se fuga la grandeza de nuestros días.Atrás
quedó un gran amor, el dolor por su dolor, la absurda lucha en vano,
su despecho por sentirse aun amando.
Atrás,
espero, que haya quedado la muestra de cómo siente una mujer cuando
es humillada por un hombre.También
atrás (¡bendito paso del tiempo!), ese verano donde mecí mi
fragilidad envuelta en el tsunami de la ruptura, donde no encontré
los jazmines en la orilla del mar, donde la blanca brisa se perdía
en mi oscuro y contraído respirar
Busqué
mis flores en la mente, busqué lirios… pero la sal en mi alma
enturbiaba todo síntoma de paz.
“¡Viento,
arráncame la ropa!
¡Tírala,
viento, a la mar!”.
El
tiempo, el tiempo que compartimos libremente porque así lo
deseábamos, sigue siendo libre ahora… ahora, ¡cuando yo decido
que es otro tiempo ya!
Pilar Ricoy
1 comentarios:
Cuánta belleza y cuánta poesía envolviendo ese alma rasgada de mujer fuerte y valiente...
Relato digno de un primerísimo premio que un jurado "ciego" no supo ver...