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La
lista
“Cuánta
fuerza y qué poca puntería...” resonaba
una y otra vez de forma martilleante en la cabeza de Cástulo.
Daba
vueltas y más vueltas por la habitación, siempre con el mismo
pensamiento: “No quiero, no quiero...pero tengo que hacerlo”
No
se mofarían más nunca de su puntería.
Ya
sabía quién era el que iba a caer primero, lo tenía claro, siempre
lo había tenido.
Luego
caería el segundo. A ese se la tenía jurada desde el día que lo
conoció y le sonrió con sarcasmo.
Y
después el siguiente, y el otro... así hasta terminar la larga
lista que tenía ahí, ahí, muy dentro de su cabeza.
En
ese momento no oyó cómo a su espalda alguien abría la puerta con
mucho sigilo y le decía muy bajito:
Rosario
Benjumea
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