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La duda
Poco
antes de que los domingos fueran amargos,
tuve que enfrentarme con mi
soledad. La tristeza y la melancolía me invadían y los recuerdos de
mis seres queridos asaltaban mis noches transformando mis sueños en
terribles pesadillas, cual si fuese un preludio anunciador de los
muchos horrores que estaban por llegar.
En
este mundo que habito, ya no existen domingos ni días de la semana.
Aquí en fin, desde que el sol dejara de lucir, impera la oscuridad
más absoluta y tenebrosa. Hace frío, mucho frío. Sin embargo,
percibo una sensación de bienestar en mi cuerpo que estas malditas
tinieblas no me dejan ver.
Si
esta sensación de bienestar que siento es la muerte, no deseo estar
por más tiempo vivo.
José
María Barrios
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