•9:51
MUJER MALTRATADA
Ya no quiero oír tus te quiero,
¿para qué?, si cada vez que lo dices, estrechas más y más el
entorno de mi libertad. Si cada vez que me dices “te quiero” al
instante mismo me humillas, me maltratas, me esclavizas…de nada
sirve que luego me pidas perdón. Tu hipocresía me desploma,
llevándome a una situación de terror constante, presintiendo tus
reacciones, temiendo tus enfados, y sometida siempre a tu
aprobación…me siento destruida. No tengo fuerzas, ¿cómo las voy
a tener si ya he oído y creído tu propósito de dañar a mis
hijos, o matarme si te abandono?
Si aún sigo contigo, no es porque
sienta placer cuando sufro con tus maltratos o me golpeas o disfrute
con tu tiranía, como algunos creen. Me siento indefensa y si ya de
por sí es difícil romper una relación, más en este caso que estoy
destruida. Mis ganas de vivir me lo ha robado tu maltrato.
Sin embargo, hoy he decidido,
temblando y temiendo tu vuelta, que no puedo continuar así. Me
siento muerta. En esta relación, solo tú ejerces el poder sobre
mí, y nada tiene que ver con el amor. No es por ser rubia o morena,
alta o baja, simpática o antipática, diligente o vaga,… tan solo
es, por ser mujer. Por ello, tus amenazas de muerte ya no me afectan.
No se puede matar a quien ya no está viva. Quiero volver a vivir,
quiero sentirme libre y ahora que te escribo esto, me doy cuenta de
lo sorprendente que es la vida. Soy yo la maltratada, la ultrajada.
No obstante, me doy cuenta que eres tú con tu abuso de poder,
corpulencia y agresividad, quien lo ha perdido todo.
Con tus intimidaciones, me vencías,
me reducías, me ofendías; pero tú, con cada uno de ellos hacías
añicos tu dignidad, porque nadie la posee cuando no es capaz de
respetar.
Con
tus gritos, tus insultos, tus amenazas; me anulabas, me ultrajabas,
me humillabas; pero tú con cada uno de ellos te alejabas más y más
de la felicidad, porque tu corazón no conocía el amor, solo el odio
y la agresividad.
Con tus prohibiciones, tus
imposiciones, tus celos y tu tiranía; me dominabas, me
enclaustrabas, me aislabas; pero tú perdías la capacidad de dar, de
confiar, de compartir y disfrutar en igual. En igualdad.
Con tu desprecio, tu frialdad, tus
vacíos, tus oídos sordos a mis súplicas; me ignorabas, no me
considerabas, no me valorabas; pero tú perdías la capacidad de
dialogar, de comunicar.
Yo he sido maltratada, pero llegó
un momento, que mi dignidad apaleada, mi amor despreciado, mi
seguridad anulada por el miedo, mis palabras silenciadas, mi
autoestima vilipendiada… no pudieron más, se sublevaron y pidieron
ser restauradas; porque a pesar de tu maltrato siguen vivas en mi
interior para darme el lugar que me corresponde como persona.
Tú, en cambio, que ejerciste de
verdugo en mí, solo te quedas con odio, agresividad, incomunicación,
frustración, resentimiento y sin dignidad. Por tanto ¿quién ha
perdido más?
0 comentarios: