¡CIELOS COMO BRILLA HOY EL VALLE!,tengo que plasmar esta luz en mi cuadro, y no lo estoy consiguiendo, pensaba Ana mientras pintaba.
El valle era el más hermoso del mundo, las praderas verdes y frescas, las montañas que lo rodeaban majestuosas, imponentes, eternas las nieves que en sus cimas nunca desaparecían, las aguas del arroyo, cristalinas y saltarinas la acompañaban cada mañana mientras pintaba, pero hoy no estaba centrada, era como si el valle estuviera sonriendo, contento porque llegaba la primavera y se negaba a que le robara su brillo.
Meditó durante un rato, y apresuradamente recogió todos sus bártulos.
Con un estridente silbido, llamó a su hermoso caballo, que un poco más abajo pastaba en la fresca hierba, con su melena al viento, subida en su corcel azabache y plata, llegó a lo alto de la montaña.
Rápidamente, instaló el caballete, y por sorpresa, sin que el valle la viera cogiéndolo desprevenido, le robó el brillo para su cuadro.
Paqui Fernández
¡Cielos, como brilla hoy el valle! me dije. Había recorrido algunos kilómetros y después de recibir los últimos resultados de la biopsia, bajé del coche y miré a mi alrededor, el silencio, su olor, su color, todo lo que en un momento dado había dejado en un segundo plano fue adquiriendo el sitio que le correspondía, un halo de felicidad se apoderó de mi…. respiré hondo, sonreí y me dije: no tendré miedo, nunca más lo llevaré como compañero y con los brazos abiertos estaré dispuesta a recibir el futuro.
Inés Márquez
No reconocía al hombre que tenía frente al espejo. Al verme reflejado en el cristal, no tuve más remedio que soltar una estruendosa carcajada. ¡Quién me lo iba a decir a mí! Yo, que tengo fama de hombre serio y huraño. Todas las personas que me conocen, saben que jamás sería capaz de hacer una cosa así, pero aquí estaba yo, delante del espejo, vestido de payaso, con la cara pintada, una rizada peluca y una enorme nariz roja...,para darle una sorpresa a todos en el día del cumpleaños de mi primer nieto.
¡Hay que ver, la de tonterías que se hacen por ellos! María Benítez
No, no se puede caer bien a todo el mundo. A veces, porque el otro, instintivamente, aún sin conocernos, nos rechaza; seguramente, algo nuestro, o en nosotros: nuestro estilo, o nuestra fisonomía, o nuestros rasgos, o nuestra voz, o nuestra forma de dar la mano, le desagrada, quizás le trae recuerdos desagradables.
Otras, por mucho que quisiéramos saberlo, ni él mismo encuentra una explicación medio coherente. Si digo esto es porque yo soy consciente de que a mi me ocurre, y en ocasiones, he de esforzarme al máximo para lograr vencer esa primera impresión y no negarme la posibilidad de conocer mejor a esa persona. Por similares razones: digamos que sería el anverso de las primeras, sentimos simpatía por quien prácticamente no conocemos.
Blanca Sandino