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!Cielos, como brilla hoy el valle! Estaba amaneciendo y Ricardo, miraba embelesado desde la terraza balcón de aquella maravillosa casa rural, que parecía estar suspendida en el aire, aquella casa, había pertenecido siempre a su familia, él mismo, se había criado allí. No podía evitar los sentimientos y recuerdos que se agolpaban en su mente. Ante la sensación de paz que experimentaba en aquellos momentos, en voz baja, dio las gracias a la providencia...Por haberle traído de nuevo a casa.
Cuánto la añoró. Durante años. Se marchó a la ciudad cuando era un adolescente. Por el traslado del puesto de trabajo de su padre y la familia al completo emigró a la ¡¡gran ciudad!!Allí, todos comenzaron de nuevo.Ricardo, se licenció en filosofía y en historia, e impartió clases en la universidad.
Se casó con una chica preciosa a la que le dio clases de literatura. Era una joven dulce y simpática, irradiaba confianza. Su risa cantarina y contagiosa junto a unos bellísimos ojos verdes y un largo y brillante pelo negro, hacían, que el tiempo se parase cada vez que lo miraba. Tuvieron hijos, a los que , como todos los padres hacen, ayudaron a formarse e iniciar sus proyectos de vida. Y ... ahora, con la responsabilidad ya cubierta, era el momento de volver a casa.
Pero, no volvía solo, lo hacía con ella, aquella chica de ojos verdes, que aun en su madurez, le seguía parando el tiempo cada vez que lo miraba. Era el mayor tesoro que se trajo de la ciudad.
¡¡Ricardo, continuaba mirando embelesado el valle y volvió a pensar...,
¡¡Cielos, como brilla hoy el valle!!

Esperanza Caamaño
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