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La vida misma


Me dicen que escriba un cuento para adultos, y no piensan que toda la vida es un cuento.
Desde el primer instante de nuestra vida, nos colocan un chupete, con el cuento que así vamos a dormir más tranquilos y relajados.
Y luego no hablemos de que al menos en mi época, nos contaban que los niños los traía la cigüeña de París, y que me decís del cuento del Ratoncito Pérez que se lleva los dientes que dejamos debajo de la almohada, y después los Reyes Magos que vienen de Oriente con regalos.
Cuando llegamos a la adolescencia, siempre el mismo cuento, hay que estudiar, es lo más importante, tener una carrera y así serás un hombre o mujer de provecho. Serás feliz, tendrás un buen trabajo el día de mañana y luego piensas en todos los universitarios con masters, con idiomas que se encuentran en el paro.
Pero bueno,  qué me decís de esos anuncios maravillosos, esas cremas mágicas que te quitan las arrugas y te retornan a los 20 años. Esos fármacos milagrosos que te hacen adelgazar sin dietas. Esos perfumes que te vuelven sexi e irresistible, esos coches que te hacen creer el dueño del mundo, un ser superior, que rebasa la mediocridad.
Por no hablar de los políticos, de los préstamos, de los bancos y de un largo etc. que sería interminable.
El problema de todo esto, de estos cuentos de la vida,  es que no podemos decir “y colorín colorado este cuento se ha acabado”

                                                                        
Marisol Acuriola


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