•23:48
Sueño que voy camino del taller. Hace tiempo que, como lo deseo, lo sueño. Agudizo la mirada: trato de reconocer lugares, al menos, han pasado seis meses desde la última vez que vine al centro de la ciudad y siento que no podré retrasarlo, no tardaré en llegar a la puerta.

Me doy cuenta de que estoy inquieta, nerviosa. Y me detengo. Me imagino que ya conozco a Yolanda y a mis compañeros, y que son agradables.

Sin dudar, acelero el paso. No quiero llegar tarde. Me canso pero es normal: está lejos de casa. Aún así, continúo andando. Sigo. Diviso el nombre de la calle. Al acercarme, vuelvo a sentirme inquieta, Temo, dudo.

Me enoja que, a mi edad, aún no haya conseguido vencer esta dichosa timidez. De todas maneras he de seguir intentándolo. Lograrlo es garantía de que me mostraré como soy.

Unos metros más adelante advierto la bandera andaluza. El aire la agita. Me detengo. Imposible, ya es imposible volver atrás. Pienso en renunciar, pero no me perdonaría haberlo hecho.

Descubro, un poco más allá del portón, el patio del colegio. Me siento aturdida. No. No dejaré que este aturdimiento me venza.

De pronto soy consciente de que ya he llegado al aula. "Alea iacta est", me digo: la suerte está echada. Quizás por eso, sonrío. Otra vez he conseguido ganarme la partida.

Blanca Sandino

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