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Recuerdo cuando yo tenía doce años. Mi hermano vendía caramelos y para que subiera a casa a comer, yo bajaba para cuidar de su puesto. Una tarde llegó un chico preguntando por él, y me dijo:
- ¿No está el muchacho?
Yo le contesté:
- ¿Quien, mi hermano?
- ¿Pero Rafael es tu hermano? Yo no sabía que tenía una hermana tan bonita.
Y yo le respondí:
- ¡Anda niño tonto!
Y el me respondió:
- Tú, vas a ser la madre de mis hijos.
Su palabra se cumplió. Con él, fui la mujer más feliz. Pero la felicidad no dura eternamente, hay que disfrutarla...
Luisa Rico
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